Puede parecer insólito, pero en México hay quien se dedica a la profesión de telépata de animales. Aquí, esta entrevista con Daniela Camino, una mujer que desde niña amó a la naturaleza con locura, y sobre todo a los animales.
Para Daniela Camino las mascotas que viven en nuestras casas tienen conciencia y saben lo que es bueno para ellas. En la última conversación que tuvo con sus peces, éstos se quejaron: “Pon papel alrededor de la pecera, estamos hartos de que los gatos se estén asomando. Nos sentimos muy expuestos y vulnerables”.
La mujer que se encuentra sentada frente a mí es telépata de animales, posee una página en Internet (www.interespecies.com), y recibe numerosas llamadas telefónicas de otros países para realizar consultas a distancia. “Esto no es Kalimán ni charlatanería…”, advierte minutos antes de comenzar la charla, en el pequeño estudio de su casa y junto a su amistoso gato Lao.
Daniela dice que con frecuencia la buscan para establecer comunicación con animales que fallecieron, o para que asista con telepatía días antes a que se efectúe una eutanasia. Afirma que su trabajo consiste en sentir a distancia algo que con el paso del tiempo los seres humanos hemos perdido.
- ¿La gente se entera de tu trabajo por la página de Internet?
Muchísima gente que llega conmigo es por referencia de boca en boca. Gente que queda muy satisfecha con sus consultas. Que siente que su vida se transformó, que sus animales mejoraron, que están más contentos, más sanos, mejor entrenados. Van compartiendo esta experiencia con otras personas dispuestas a escuchar.
- Platícame de alguna consulta
Está el caso de un caballo que al llegar a México descubrió que la mujer jinete era pésima, porque no tenía las capacidades de su anterior jinete en Alemania. No podían hacer un binomio. La jinete me decía: ‘No me entiende’. Entonces hablé con el caballo y me dijo: ‘Es que mi jinete no es buena, me estresa’. Tuve que negociar con él, explicarle que ella se estaba esforzando por ser mejor. En cada charla iba profundizando con el caballo hasta que me dijo: ‘Yo oí, que los caballos que no lograban sus objetivos, los mataban. Siento una enorme presión de no hacer bien mi trabajo, porque me puede ir mal’. Le dije que su nuevo jinete lo amaba. Ella tuvo que decirle: ‘Jamás te va a pasar eso, te vas a quedar conmigo para siempre. Te respeto como un ser íntegro, con espíritu…’. A partir de ese momento empezaron a ganar premios. La chica me llamó después para decirme: ‘¡No lo puedo creer! No sabes cómo ha mejorado la relación con mi caballo’.
- ¿Qué otro caso te ha tocado?
Desde Chile me contactaron porque un perrito se sentía muy mal. Me enviaron su foto por internet. Querían saber cómo iba el perro de los ojos, pues se estaba quedando ciego. Cuando empecé a hablar con este French Poodle blanco me dijo que su problema no eran los ojos, sino que deseaba ir preparando a los humanos, porque se acercaba al final de su vida. Deseaba que su muerte no fuera algo traumático para las niñas de la casa. Me dijo: ‘Necesito que me suelten para poder trascender’. Cuando escribí el correo con lo que conversé con el perrito, las dueñas entendieron perfectamente. Las chicas me llamaron luego para decirme, que desde el momento que le dieron ese permiso de partir, el perrito cambió de actitud, rejuveneció, saltó, corrió feliz, y a las tres semanas falleció.
- ¿Hay animales que piden cosas más específicas?
Una yegua me decía: ‘Yo lo que quiero es que me saquen a pasear al campo libre. Toda mi energía como caballo está reprimida en un establo y no puedo vivir así. Quiero correr…’. Hablé con el dueño y se comprometió a sacarla una vez a la semana. Otra yegua más viejita me explicó que sus huesos no eran fuertes, que se sentía muy complacida de trabajar con la niña de la familia, pero pedía que los espacios de trabajo fueran más breves.
- ¿Qué otros caballos has conocido?
Conocí un caballo chileno, era un campeón de 19 años, todo un caballero, pues hablaba con mucha propiedad. La dueña quería que investigara por qué el caballo se mordía el lado izquierdo. El caballo me dijo: ‘Mi dueña no me entiende. Necesito retirarme. Ya fui campeón, ya viajé y cumplí muchas metas. Me muerdo el lado izquierdo porque quiero retirarme. Necesito ser feliz’. Y el caballo me transmitía imágenes de él en un pastizal muy grande, rodeado de yeguas.
La comunicación con los caballos es muy íntima. Otro me decía: ‘Dile que necesito que me cante’. Cuando se lo comenté a su dueño, muy sorprendido me respondió: ‘¿Te dijo eso? ¿De verás? Porque es verdad que sé cantar’. Y yo ni siquiera sabía que el dueño cantaba.
- Volvamos con los perros…
Los dueños de un Golden Retriever me escribieron: ‘Mi perro siempre ha sido genial en lo que hace, pero está dejando de serlo. Queremos saber qué ocurre’. Cuando hablé con el perro, lo primero que me dijo fue: ‘Estoy angustiadísimo, porque mis papás humanos se dedican a gritarse. Estoy preocupado de que esto pueda ser por mi culpa’. Cuando comenté esto con sus amos, ellos me confesaron que por esos días se estaban divorciando. Hubo manera de negociar con el perro y preguntarle con quién se quería ir, sin con su mamá o su papá. Y le expliqué que las peleas no eran por su culpa.
- ¿Qué tal los gatos?
Una chica me escribió desde Tenerife, España, porque iba a hacer un viaje en avión hasta Chile. Se trataba de una niña estresadita, que tenía miedo de que su gato fuera a reaccionar muy mal en el avión, pero no quería mandarlo con el equipaje. Cuando hablé con el gato me dijo que la chica le hacía reiki, pero que su reiki era espantoso, y que, además, le daba homeopatía y flores de Bach. Muy inteligentemente, el gato me dijo: ‘Ella es la que debe tomar homeopatía y flores de Bach, para que esté tranquila. Yo sólo necesito que me lleve en algo que no sea una caja, sino una bolsa. Con que me esté acariciando la voy a pasar muy bien’. La chica me volvió a escribir para decirme que el viaje había sido estupendo, que el gato no maulló una sola vez.
- ¿Cómo te va con los mosquitos?
Antes me picaban y zumbaban en el oído pero empecé a comunicarme con ellos. Los mosquitos son muy sensibles a cualquier cambio de presión en el aire, de temperatura o a los campos energéticos de las personas. Les pedí que ya no me picaran, y me respondieron: ‘Necesitamos alimentarnos. Tienes tanta sangre que no te va a pasar nada. Qué pasa si nos das unas gotas’. Les dije: ‘Pueden hacerlo pero no me zumben en el oído ni me dejen ronchitas’. A partir de ese momento, mi relación con ellos es distinta. Nunca me dejan granitos y muy rara vez me zumban. Y cuando lo hacen, les digo: ‘Hicimos un acuerdo, pueden alimentarse bajo ciertas condiciones’.
- ¿Qué otros caballos has conocido?
Conocí un caballo chileno, era un campeón de 19 años, todo un caballero, pues hablaba con mucha propiedad. La dueña quería que investigara por qué el caballo se mordía el lado izquierdo. El caballo me dijo: ‘Mi dueña no me entiende. Necesito retirarme. Ya fui campeón, ya viajé y cumplí muchas metas. Me muerdo el lado izquierdo porque quiero retirarme. Necesito ser feliz’. Y el caballo me transmitía imágenes de él en un pastizal muy grande, rodeado de yeguas.
La comunicación con los caballos es muy íntima. Otro me decía: ‘Dile que necesito que me cante’. Cuando se lo comenté a su dueño, muy sorprendido me respondió: ‘¿Te dijo eso? ¿De verás? Porque es verdad que sé cantar’. Y yo ni siquiera sabía que el dueño cantaba.
- Volvamos con los perros…
Los dueños de un Golden Retriever me escribieron: ‘Mi perro siempre ha sido genial en lo que hace, pero está dejando de serlo. Queremos saber qué ocurre’. Cuando hablé con el perro, lo primero que me dijo fue: ‘Estoy angustiadísimo, porque mis papás humanos se dedican a gritarse. Estoy preocupado de que esto pueda ser por mi culpa’. Cuando comenté esto con sus amos, ellos me confesaron que por esos días se estaban divorciando. Hubo manera de negociar con el perro y preguntarle con quién se quería ir, sin con su mamá o su papá. Y le expliqué que las peleas no eran por su culpa.
- ¿Qué tal los gatos?
Una chica me escribió desde Tenerife, España, porque iba a hacer un viaje en avión hasta Chile. Se trataba de una niña estresadita, que tenía miedo de que su gato fuera a reaccionar muy mal en el avión, pero no quería mandarlo con el equipaje. Cuando hablé con el gato me dijo que la chica le hacía reiki, pero que su reiki era espantoso, y que, además, le daba homeopatía y flores de Bach. Muy inteligentemente, el gato me dijo: ‘Ella es la que debe tomar homeopatía y flores de Bach, para que esté tranquila. Yo sólo necesito que me lleve en algo que no sea una caja, sino una bolsa. Con que me esté acariciando la voy a pasar muy bien’. La chica me volvió a escribir para decirme que el viaje había sido estupendo, que el gato no maulló una sola vez.
- ¿Cómo te va con los mosquitos?
Antes me picaban y zumbaban en el oído pero empecé a comunicarme con ellos. Los mosquitos son muy sensibles a cualquier cambio de presión en el aire, de temperatura o a los campos energéticos de las personas. Les pedí que ya no me picaran, y me respondieron: ‘Necesitamos alimentarnos. Tienes tanta sangre que no te va a pasar nada. Qué pasa si nos das unas gotas’. Les dije: ‘Pueden hacerlo pero no me zumben en el oído ni me dejen ronchitas’. A partir de ese momento, mi relación con ellos es distinta. Nunca me dejan granitos y muy rara vez me zumban. Y cuando lo hacen, les digo: ‘Hicimos un acuerdo, pueden alimentarse bajo ciertas condiciones’.
Fuente:prensa latina
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