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"Llegará el dia en que las personas vean el asesinato de un animal con el mismo horror con el que ven el de un ser humano"
Leonardo Da Vinci

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El perro es el policía ejemplar

Veo que los perros (animales domésticos caracterizados por un carácter que deberían prestar muchos políticos a quienes conozco y cuyos nombres prefiero olvidar) están pasando por un importante nivel de cotización. Si antes no eran entendidos o comprendidos en sus diversos talentos por el hombre, hoy sí la sociedad los está valorando pues halla en ellos una especie de refugio. Su compañía suele ser grata.

Ellos, desde su inteligencia y sus sentimientos especiales, lo reciben cuando llega a su casa como si hubiera vuelto de muy lejos, de un sitio llamado nunca más, y le dicen, moviendo la cola, que es un ciudadano importante, que su vida equivale a todas las pepitas de oro y que cuidarán por siempre de su integridad física.

En estos tiempos de violencia, de olas de asaltos armados a los propios domicilios, el mejor amigo del hombre hace causa común con usted, lector. Hay que oír cómo ladra ante el mínimo ruido nocturno, y cuánto, en función del cumplimiento de su guardia, está atento a cualquier pisada para que se sumerja en el sueño de los justos.

Los canes no hablan porque son sabios. ¿Qué vendrían a decir, finalmente, en este mundo donde los charlatanes lo único que hacen es quitarnos preciosas horas de nuestro tiempo?

Conocen su humor más que su cónyuge y se animan cuando las cosas le van bien, porque ellos, en cierta manera, toman nota de su faena, de su trajinar nervioso por los pasillos de la casa, de su pensamiento puesto en un determinado problema económico.

Los perros no se equivocan. Usted sí, lector. Saben qué le conviene, y por eso, cuando su ánimo se encuentra en estado de mudanza, lo observan fijamente en actitud de alerta.

El perro es el policía ejemplar e idóneo del hogar. No anda en consultas con los ladrones o los individuos sospechosos para volverse contra la seguridad de su familia. Todo lo somete a su desconfianza, incluyéndolo a usted cuando abre el portón de su casa. ¡Sus ladridos equivalen a un diamante!

¡Poesía y revelación divina son sus gruñidos en estos tiempos de desconfianza! Cierto es que hay que bañarlos, desparasitarlos, vacunarlos, alimentarlos y llevarlos a dar un paseo, caída ya la tarde, por los alrededores del barrio. Pero merecen grandemente tales tratos. Hasta estamos en falta con ellos, tantas veces, pues es para recordar en cuántas ocasiones, cuando regresamos a nuestro hogar, no les damos un saludo afectuoso que sí solemos dar (en nuestra ignorancia del mundo y de la hipocresía humana) a las personas que nos desean el mal.

También la gente de buen humor se cotiza.

Cuando escucha a alguien agriado descargar su irritación sobre su cabeza, cómo crece en su estima la saludable y placentera compañía de aquellos individuos transmisores de un comportamiento respetuoso y positivo, ¿verdad?

Pienso que el buen humor es uno de los mejores capitales del ser humano. De hecho, reír refresca el alma, aligera los problemas, espanta la tristeza y eleva hacia mejores dimensiones todos los pensamientos.

Uno no puede manejar el humor de los demás, pero sí puede, en la medida en que es posible, controlar su propio humor. Y cuánto nos ayuda a sentirnos felices el haber pasado un momento de expansión con los individuos ricos de ánimo.

Pero ya escribí mucho. Ahora vaya, por favor, a mimar a su perro.

Delfina Acosta
delfina@abc.com.py
10 de Octubre de 2011