Para discutir el uso de animales de experimentación, es imprescindible analizar nuestra relación con ellos, sobre todo en el contexto de nuestra cultura.
Hace unos años, un canal de televisión transmitió una discusión sobre el toreo a la que, para concitar el interés, había invitado a "personalidades", no a científicos y, previsiblemente, pasó lo que tenía que pasar: un señor relampagueante de tics y vacuo en raciocinio "ganaba" la discusión con el simple trámite de elevar su voz e interrumpir cada vez que le disgustaban las opiniones ajenas; otro, cayendo en un festival de antropocentrismo oligofrénico, aseguró que los toros se sienten honrados de morir peleando como guerreros, a pesar de que les destrocen a lanzados los músculos, nervios y vasos del lomo, y no pastando rascuachamente en un potrero; y así, un tercero sostuvo que el toreo debe ser permitido porque es parte de nuestra
Antecedentes culturales de la relación Humanos/Naturaleza.
Aquí conviene recordar dos aspectos de las
Pasemos ahora a nuestra civilización.
Los pre-socráticos hablaban de necesidades, no de leyes de la Naturaleza; justamente, la noesis de Platón se refería a una armonía, un balance, una coherencia, no a un reglamento que el universo debiera obedecer. La idea de que estas últimas leyes existen la introdujeron los judeocristianos al proclamar al hombre como un Rey de la Creación, a quien Dios le concedió la Naturaleza para que la domine, explote y haga de ella su sirvienta. San Crisóstomo (Siglo V) llegó a afirmar que los Diez Mandamientos son una codificación de las leyes naturales.
A pesar de que Aristóteles enfatizó la continuidad entre todo tipo de vida, distinguió de una manera artificial entre la inteligencia humana y las de algunos animales que exhiben conductas muy similares. Pero fueron tal vez los estoicos quienes argumentaron tajantemente que los animales no pueden razonar en absoluto. Luego, René Descartes con su "Cogito, ergo sum" encaminó la filosofía por un subjetivismo del que jamás se ha recuperado, y que dejo desprotegido al "mundo-de-ahí-afuera" (al mundo que no podría decir, como él: "Pienso, luego existo"). La división mente/cuerpo cartesiana despojó de valores a la Naturaleza, dió por sentado que los animales no sufren y, cuando se los clava a una mesa, se los viviseca, se los evisera, se les intuba la tráquea y se les tritura los nervios, sus gritos y contorsiones no indican que estén sufriendo, pues son como un carillón que, al golpear sus campanas con un martillo, emiten sonidos sin que necesariamente padezcan dolor alguno. El dar por sentado que los humanos no somos parte de la Naturaleza, ni tenemos el deber de relacionarnos con ella benévolamente, sino que conquistarla y dominarla, desfigura además nuestra identidadhumana. La
Fuente: Monografías. com
No hay comentarios:
Publicar un comentario